Dos veces al año, los habitantes de la zona norte de Bogotá cercanas al humedal Torca esperan con preocupación la llegada de las lluvias. Mientras que en áreas rurales las precipitaciones son vistas como una bendición para los cultivos, y en los embalses se valoran por su utilidad en épocas de sequía, en el norte de la ciudad se temen debido a los efectos negativos que causan en la movilidad: las vías se inundan, el tráfico se ralentiza, aumentan los tiempos de viaje y, con ello, el consumo de combustible y las emisiones de CO₂, lo cual agrava el cambio climático. Adicionalmente, en casos extremos, pasajeros y vehículos quedan atrapados en medio de las inundaciones.
Por otra parte, la comunidad científica en Colombia y a nivel internacional advierte que los fenómenos extremos, como las lluvias intensas o las temporadas de lluvias extensas, serán cada vez más frecuentes, por efecto del cambio climático. Ante esta situación, surgen varias preguntas: ¿por qué se inunda la autopista norte cada vez que ocurre una lluvia extrema o cada vez que llueve consecutivamente por varios días? ¿No existen medidas para mitigar estos impactos? Las respuestas a estos interrogantes radican en varios factores.
Primero, la Autopista Norte atraviesa áreas que incluyen humedales, algunos de los cuales no están oficialmente reconocidos. Esto significa que cruza terrenos con ligeras depresiones donde se acumula agua, sosteniendo diversos ecosistemas. Estas zonas inundables se hacen visibles solo en temporada de lluvias o mediante el uso de instrumentos topográficos. La urbanización y la construcción de la autopista han alterado probablemente las conexiones naturales entre estos humedales y los ríos cercanos, dificultando el drenaje del exceso de agua, incluyendo además la impermeabilización de zonas naturales con superficies de concreto y asfalto. Como resultado, la autopista puede inundarse incluso sin lluvias extremas, ya que tras varios días de lluvia el suelo se satura y pierde capacidad de absorción.
Por otra parte, no se tiene claridad sobre la capacidad actual de estos humedales para almacenar agua, ni tampoco si las estructuras de drenaje existentes pueden manejar el volumen de agua generado por las lluvias. El conocimiento de estos aspectos permitiría establecer un sistema de alerta temprana para redirigir el tráfico antes de que se desborden los humedales, evitando que los pasajeros y vehículos queden atrapados.
Otro factor importante es la acumulación de residuos tales como basura, llantas y escombros, arrojados por los conductores, pasajeros, transeúntes y residentes del sector. La acumulación de residuos reduce aún más la conectividad de los humedales con los canales de drenaje, incrementando el riesgo de que el agua se estanque en las vías.
Este problema no es exclusivo de Bogotá. Por ejemplo, cerca al área de la Bahía de San Francisco, EE. UU., grandes tramos de autopista atraviesan humedales. Sin embargo, dichos tramos están soportados por puentes de baja altura, permitiendo la conexión natural entre cuerpos de agua y evitando inundaciones en las vías. Esta podría ser una solución para Bogotá, cuya situación continuará empeorando si no se toman medidas oportunas para mitigar los impactos sociales, económicos y ambientales que las inundaciones generan y generarán en el contexto del cambio climático. Lo que sí es importante es que la ciencia y la tecnología ayuda en la precisa determinación de los caudales que se deben desalojar por esas torrenciales lluvias producto de la variabilidad climática que estamos experimentando actualmente.
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Fuente de información:
Facultad del Medio Ambiente y Recursos Naturales
Jorge Valero Fandiño - Wilmar D. Fernández G.
Universidad Distrital Francisco José de Caldas